sábado, 22 de noviembre de 2008

Confitería La Piedra Escrita

Aunque no se encuentra exactamente en la Piedra Escrita, sino hacia la mitad de la calle Cárcamo (en el número 17), la confitería y pastelería Piedra Escrita es uno de los establecimientos con más solera del barrio. Antonio nos cuenta que la fundó su padre en los años 50 del siglo pasado en la casa donde hoy sigue y donde nacieron él y sus hermanos, quienes han ido tomando el relevo de este negocio familiar.

Conocemos el prestigio de esta pastelería a la que afluye clientela de otros muchos barrios de la ciudad en busca de sus “dulces” habituales y también de aquellos que degustamos en fechas señaladas. Pastelitos de coco, buñuelos, torrijas, gachas, perrunas. Y muchos roscones de reyes. Antonio nos enseña que las modernas técnicas permiten hoy producir pasteles de imposible elaboración cuando su padre abrió el obrador.

Hablamos del pasado y de las cosas buenas y malas del barrio. Recuerda cuando San Agustín era una zona muy comercial y las casas de vecinos bullían de habitantes. Y los que hubieron de emigrar, que a su regreso nos parecían ricos. Y de cómo los mozos echaban al pilón (la Piedra Escrita) a los amigos para gastarles una broma; o como los menos mozos hacían lo mismo con los “municipales” cuando por cualquier razón cundía el descontento hacia esta policía local.

Para Antonio lo mejor del barrio es el vecindario, aunque recuerda una mala época, afortunadamente ya pasada, cuando un reducido grupo de residentes creaba problemas y su negocio sufrió algún atraco o robo. Como otros comerciantes se queja de que el principal problema es el del aparcamiento, señalando que la instalación de la pilona en su calle ha hecho disminuir las ventas.

Antonio nos emplaza a una nueva visita para que su hermana, la encargada de atender al público y hoy circunstancialmente ausente, satisfaga nuestra petición de anécdotas. Le deseamos que para entonces esté acabada la edificación de una casa cercana y sus inconvenientes.

viernes, 7 de noviembre de 2008

La carnicería de Julián














En el número 6 de la calle Mayor de Santa Marina nos atiende siempre con optimismo y celeridad Julián. Aunque el establecimiento existe desde 1940, él lo regenta desde el 10 de enero del año 2000, bajo el nombre exacto de Hermanos Gómez Peralbo C.B.

No viven en el barrio Julián ni su familia, ya que proceden de la Puerta de Almodóvar, lugar de su negocio original. Pero han encajado perfectamente en Santa Marina, donde se sienten muy a gusto por la acogida que tuvieron por parte del vecindario. Julián confiesa que no tiene clientes, sino amigos. De Santa Marina le gusta “la gente, la forma de ser, la familiaridad”.

Le preguntamos por los aspectos negativos y nos dice que son algunos servicios, como los aparcamientos, y también la limpieza de sus calles, especialmente en alguna fechas señaladas. Por lo que coincide con otras muchas personas del vecindario.

Dice tener miles de anécdotas de sus ocho años en Santa Marina y nos detalla una relacionada con “Casa Obispo”: cuando se instaló aquí llegaban clientes que le decían: “vengo de parte del Obispo…” y él pensaba que se trataba de la máxima autoridad religiosa de la provincia. Hasta que un día llegó alguien para encargarle un pedido de parte de “la mujer del obispo” y tras la sorpresa descubrió el malentendido.

La carnicería de Julián es un lugar en el que además de adquirir productos de calidad podemos gozar de la simpatía y el trato humano de quiénes la atienden.